Antonio Dubravcic Luksic
Sergio Villa Urioste
La mayor gloria de la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca – durante el proceso de la gesta de la Revolución Maya – es haber sido no solamente un foco de cultura que durante la época colonial difundió desde sus aulas el saber filosófico y jurídico, sino en haber constituido a principios del siglo XIX, un centro de conciencia americana, una fuerza renovadora que contribuyó a la estructuración política y social de otros pueblos del continente” (Guillermo Francovich, “Pensamiento Universitario de Charcas”, 1948). Fue, el rol de la Universidad de Charcas, tan decisiva en la iniciación de la
primera gesta de libertad de América, que, mientras la Universidad de Lima hacía
manifestaciones de aversión a la idea de la independencia y la de Córdova
entregada al pleito entre franciscanos y clérigos seculares para tomar su mando,
en vista que su dirección hubiera quedado ‘vacante’ ante la expulsión de los
jesuitas acontecida en 1767, la Universidad de La Plata, Chuquisaca, ardía como
una fragua del saber y de las inquietudes políticas. |
La preparación y el planteamiento de la agitación
revolucionaria, se las efectuaban en reuniones o “Juntas cívicas” clandestinas y
en casas no sospechosas. En ellas se impartían consignas para mantener
permanentemente el espíritu subversivo de toda la población colonial. Los
fogosos y satíricos manuscritos se elaboraban en las mismas y circulaban como
moneda corriente y usual, como toda producción que se quería llevar al
conocimiento público.
Los pendolistas eran los clandestinos editores de los manuscritos anónimos y
subversivos que se fijaban en las paredes o circulaban de mano en mano
secretamente; la liberación – como dice Gabriel René Moreno – era una
institución pública.
Estos pasquines – dice don Jorge Delgadillo – eran tan alarmantes como el
siguiente, formulado en la hilada seguidilla, que recogimos de labios de
ancianos respetables, que figuran en los sucesos de entonces, y que pudieron
formar juicio exacto de la tendencia y verdadera significación de todo lo
ocurrido:
Autos y vistos:
Sentencia da, Mueran Ussoz, Pizarro y la Chapetonada.
Los oidores, manejaban muy bien la astucia y la picardía. Sabían que las paredes
oyen: y por ello, en una de esas “ Juntas” en la casa de Ignacio Cuellar, ”pudo
percibir – el vecino Cura Barrón – que se trató de vengar la injuria que el
señor Usos había inferido al Claustro haciendo quitar en una función pública del
entierro del señor Oydor honorario Don Juan José Segovia el cojín que por
costumbre se ponía al rector de la Universidad y resolvieron en ella ahorcar a
dicho señor Usos que noticiosos éste de ello y de que en seguido pasaría a
cuchillo a los chapetones, llamó al Escribano de Cámara Don Ángel Mariano Toro”,
“y como le notificase sobre ser cierta dicha conspiración contra su persona”,
“trataron ambos el dirigir este procedimiento contra el señor Presidente –
Pizarro – de quien recelaban los prendiese que esta resolución no le fue tan
oculta de su excelencia y la tuvo de executar el arresto de dicho señor Usos,
Fiscal, Zudáñez, y Anívarro con anticipación la que se frustró porque ya tenían
tomadas sus medidas – los Oidores – para ejecutarla con su Excelencia como
sucedió en dicha noche del veinte y cinco de Mayo”; así declara Don Jacobo Pope.
El declarante Don Miguel Tezanos Pinto, refiere que “era notorio y vio que los
señores Ministros concurrían a la casa del señor La Iglesia en la Sala Capitular
y en la del señor Ussos sin distinción de hora y sin el traje propio del decoro
del Tribunal”.
Por otra parte “que en el momento que dio principio al tumulto endicha noche –
del 25 de Mayo – fue buscado en su casa de orden del propio Tribunal y como no
fuese encontrado en ella le solicitaron en la de Villodas de la que salió
expresando ser ya preciso intervenir en ella sin poder excusarse”. Además, “oyó
decir que antes del veinte y cinco de Mayo tenían en su casa los Zudáñes ochenta
cholos y Gualaychos que es la peor gente armados”. “Dos noches precedentes a la
del 25 de Mayo”, se celebraron “acuerdos y se dispusieron patrullas encabezada
por los hermanos Zudáñez, Bernardo Monteagudo, Ussos y Juan Manuel Lemoyne, los
demás regidores y vecinos, asistiendo los ministros sin el respetuoso traje” que
era de rigor. “Que estas rondas sólo tenían el objeto de espiar al excelentísimo
señor Presidente por los Recelo que tenían de que este quería hacer varias
prisiones y evitar estas”. En estas circunstancias – la noche del 25 –, “ya
estaban apostadas en la Alameda, Quebradas o Guaycos de los caminos de Guata,
Tucsupaya y Recoleta” “los indios y moradores del Partido de Yamparáez”,
concentrados desde luego Don Juan Antonio Álvarez Arenales.Don Manuel Molina,
escribe al autor de “La Guerra de los Quince Años” en 5 de abril de 1863 y le
expresa que las acciones de Reconquista y Victoria en Buenos Aires contra los
ingleses “dejaron prisionero a Barresfort que escapó con Don Aniceto Padilla
(cochabambino) dejando ya, una pequeña asociación establecida e iniciada para
defender el interés por la independencia: entre los socios habían, según un
acuerdo un Escalera (también cochabambino), el Dr. Bieytes, el Dr. Medrano y nos
vecinos de Buenos Aires, que vivían cerca del retiro, con quienes se tenía
correspondencia bajo los nombres del Tiburcio Parra y Tiburcio Viñas, tomados Ad
limitum, y un hermano mío – le dice – Francisco Molina, venido de Buenos Aires,
iniciado, y que estableció un pequeñísimo círculo – en Chuquisaca –, cuya
reunión se hacía en casa del Dr. Benito Alzérreca (casa situada en la plaza
mayor, donde en 1825, vivía Don Jorge Delgadillo). A este pequeñísimo círculo –
dice Don Manuel Molina – “vinieron a iniciarse de La Paz, los Srs. Lanza y
Sagárnaga, antiguos y conocidos patriotas”.
La “guerra fría”, comienza a convertirse en “caliente”.Pues, según se refiere el
Guardián de San Francisco, inicia la ofensiva “el cuerpo de Abogados”,
observando “las órdenes del Sr. Virrey y del Presidente – Pizarro que se
propusieron contradecirla por “odio” a ellos. Como el alegato es patrimonio de
los protegidos de San Ibo, con su gato a los pies – para quienes se meten en
pleitos suelen salir arañados, los abogados iniciaron su “chicana” “pidiendo –
al Cabildo – se les eximiese – de ciertas imposiciones – por privilegios y
ocupaciones de su oficio”.
“El Presidente tuvo de este libelo, del estudio donde se forjó y del abogado que
recogía firmas”.
“Con éste, y aún con copia del escrito, según dicen, produjo información para el
esclarecimiento y con él se quejó donde tuvo por conveniente”.
Llega el mes de febrero de 1809 “el mismo Aníbarro hallándose de Rejidor
electivo a pretexto de pedir testimonio de las actuaciones del año pasado para
cubrir su conducta ante el Rey, renovó las gestiones sobre el Seminario. A
principios de Marzo comenzó el Cabildo a tratar sobre esta bien premeditada
presentación que en todo el mes no se pudo acordar sin embargo de ser muchas las
sesiones que para el efecto practicó, que por tan largas cuanto extemporáneas
fueron odiosas y escandalosas para todos los juicios que atildaban la conducta
del Cabildo, pero muy celebradas para todos los que fomentaban no tanto a los
desaires que en esto se le infería al Prelado, como la discordia y desunión del
Cabildo”.
Encendida así la mecha del explosivo, en el Cabildo, pronto estallará la
dinamita, en la Real Audiencia, con la “calumnia” – así calificada por el
Guardián del Convento de San Francisco Fray Marcos Benavente – a la segunda
saeta del “traidor” que vino con abonar los premonitores de la sublevación “en
la semana santa”.
Pues, según el Señor Guardián, “se procuraba fomentar – en el Ayuntamiento – con
el mayor estudio la detestable calumnia de que por traición se quería entregar
esta ciudad – de los Charcas – a la Señora Princesa del Brasil y que para
libertarse del Jefe – Pizarro – y el prelado Moxó – de los fieles vasallos que
se lo podían impedir trataban de desterrarlos enviándolos – a los cabildantes –
a Buenos Aires con la sumaria que aseguraban que estaba recibiendo el Jefe, para
embarazarla y estorbar sus intentos, resolvió el cabildo ponerse bajo la
protección de la Real Audiencia exponiendo los hechos que le hacían temer”.
Ref. Bibliográfica:
•LA REVOLUCIÓN DEL 25 DE MAYO DE 1809. Emilio Fernández. Biblioteca
del Sesquicentenario. La Paz, Bolivia. 1975.
• GUILLERMO FRANCOVICH. “El pensamiento Universitario de Charcas y otros
ensayos”.Universidad San Francisco Xavier. Sucre, Bolivia. 1948.