Lic. Gonzalo Gantier G.
Socio de la Sociedad Geográfica y de Historia “Sucre”
La Historia trata de ser una “ciencia”. Pertenece al área de las
“ciencias sociales o humanas”. De aquí sus alcances y sus limitaciones. Se
nota claramente que no es una ciencia fáctica, como la Química , la Física o la
Astronomía.
Las categorías de tiempo y espacio son muy importantes en la Historia. La
condicionan, a veces, casi la determinan, como condicionan y “determinan”
a la conducta humana.
El objeto de la Historia son los hechos humanos que se realizan en determinado
lugar y en determinado tiempo. Con mayor precisión, son los actos realizados por
determinados seres humanos, convertidos esos “actos” en
“acontecimientos” por el grupo social que los vive.
También debo hacer notar que la Historia no es una ciencia que se refiere al
“pasado”. Es la ciencia que tiene por objeto los “acontecimientos” de los grupos
sociales en un “continuo” de pasado, presente y futuro, íntimamente
relacionados. Es la Vida de la Humanidad o la de las sociedades y los grupos
humanos.
1.- El “acontecimiento” al cual
me voy a referir en estos quince o veinte minutos es al de la Fundación de
Bolivia, producido a principios del Siglo XIX, el 6 de agosto de 1825, para ser
más preciso, en el territorio llamado Charcas o Alto Perú, en el centro de la
América del Sur. Fue el producto de todo un “proceso” que se fue dando en el
tiempo en la América Española. Para referirme a este acontecimiento y tratar de
comprenderlo, no puedo referirme al hecho aislado y solamente a la situación y a
las circunstancias “endógenas” o “internas”. Necesito del enfoque holístico o
global, para explicar lo que aconteció en la fecha y en el lugar antes
indicados.
La Audiencia de Charcas pertenecía al Virreinato de Buenos Aires en ese tiempo y
poco antes había pertenecido al Virreinato del Perú. Esos dos virreinatos
pertenecían al Reino de España, como partes de la América Española. Desde hacía
trescientos años estos territorios americanos fueron descubiertos, conquistados
y colonizados por España. Eran parte de ella.
La transculturación se fue dando desde la llegada de los primeros
conquistadores, con la consiguiente “panmixia” lograda durante esos
largos trescientos años, que continuaría y que continuará en el tiempo futuro.
Desde comienzos de la “Edad Moderna”, España fue gobernada por los “Hausburgos”,
para pasar, desde comienzos del Siglo XVIII, a ser gobernada por los “Borbones”
franceses. Este cambio influyó en la Historia de España y de sus Colonias.
Tengamos en cuenta, sobre todo, las rivalidades de las Naciones Estado europeas
y el creciente poder de Inglaterra como potencia cada vez más fuerte.
Con los borbones cambió la política de España respecto a la América. Se
intentaron nuevos métodos de gobierno. Se crearon nuevos funcionarios (las
intendencias), que sustituyeron a los corregidores y a los alcaldes mayores.
Los borbones franceses trataron de debilitar el poder de la Iglesia en la
América Española.
Se expulsó a los jesuitas en 1767. Esto causó descontento entre los
hispanoamericanos, ya que los jesuitas iban realizando una gran labor en pro de
los “indígenas” y gracias a los miembros de la Compañía , fueron surgiendo
dirigentes con ideas nuevas de independencia.
Uno de los objetivos de Carlos III fue debilitar el poder obtenido por los
criollos, cada vez más notorio en la América.
Las industrias coloniales no tenían protección y los productos europeos
predominaban en todas partes.
Los criollos se sentían cada vez más relegados de los cargos importantes e iba
aumentando cada vez más su número. La minoría de españoles no podía mantener sus
posiciones de privilegio y su poder político.
Fueron naciendo y desarrollándose los “nacionalismos” o ese interés y
“amor” por las regiones y territorios de quienes habían nacido en ellos, y
habían nacido sus padres.
2.- Para que se manifestara ese “americanismo” se necesitaba una
oportunidad y llegó pronto: la invasión napoleónica a España.
La Península Ibérica fue invadida por el corso Napoleón Bonaparte. Fue tomado
preso el Rey Fernando Séptimo y el pueblo español empezó a luchar por su
independencia.
“La Junta Central promulgó un decreto diciendo que las posesiones americanas
tenían derechos de representación”. “La Constitución de Cádiz les negó
una representación igual y la libertad de comercio”.
“Ese vacío de poder en España produjo un daño irreparable a las relaciones
entre España y América”. “Los americanos no tenían a los Borbones, no
querían a Napoleón y no se fiaban de los liberales”, afirma Santiago
Pastraña. “Como consecuencia, nos dice, se adoptó la solución
independentista”.
3.- LAS CAUSAS.- Pueden ser divididas
en externas e internas. Entre las primeras, la “Declaración de la Independencia
de los EEUU y la Revolución Francesa pueden citarse como los dos modelos que
influyeron en la Independencia de la América Española.
Las ideas de los “Enciclopedistas” y las relaciones de los dirigentes
independentistas como Francisco Miranda, José de San Martín, Simón Bolívar,
Mariano Moreno, Alvear, O´Higgins y otros con los pensadores europeos.
La coyuntura política, citada antes, que vivía España en esos momentos, al ser
invadida por Napoleón, y que produjo la “Guerra de Independencia Española”
(1808-1814), posibilitaron la organización de “Juntas” en las
principales ciudades americanas.
El éxito de Rafael de Riego en las Cabezas de San Juan en 1820, impidió el
embarque de las tropas españolas destinadas a la América. Esto facilitó a los
patriotas americanos la realización de las últimas campañas militares.
Las causas “internas” se van dando en el interior mismo de la sociedad
Hispanoamericana, como fruto del desarrollo socio económico y político en el
cual se encontraban inmersos.
Pueden citarse la crueldad y el despotismo con que fueron tratados los
“indígenas”, el establecimiento de un régimen de monopolios, gabelas y
trabas que dificultaban el desarrollo de la economía americana y frenaba el
crecimiento de su capacidad productiva”.
También debemos nombrar las nuevas medidas liberales adoptadas por los Borbones,
que estimularon a la “clase” o “grupo” de los criollos, para
acrecentar su deseo de libertad mercantil.
Un factor sumamente importante fue la abdicación forzada de Fernando VII en
1808, porque “Las Indias” estaban muy vinculadas a la Corona Española y
dependían mucho de ella.
La crítica de los jesuitas al poder político español en América. De ahí que
llegara su expulsión en 1767 y la reacción especialmente de los criollos en
contra del gobierno de la Península.
Recordemos las enseñanzas de los jesuitas, siguiendo a Santo Tomás de Aquino y
al padre Francisco Suárez en aquello de que “cuando falta el Rey, la
soberanía está en el pueblo”. Las enseñanzas en las universidades y en las
“Academias Literarias”, la importancia de la masonería, ejercieron gran
influencia en la formación y en el pensamiento de los principales líderes de la
independencia.
En resumen, el “Estado Español” está en crisis desde 1808. Nacen los
“nacionalismos americanos”, los criollos se van sintiendo “dueños” de
las regiones habitadas por ellos y van defendiendo sus situaciones, diciendo que
son descendientes de los “indios americanos” o de los primeros conquistadores.
España ya es para ellos un obstáculo para el crecimiento económico.
Por otra parte, el crecimiento cada vez mayor de Inglaterra como potencia
dominadora de los mares y del Mundo en esos momentos y la hostilidad en contra
de España, tanto del Reino Unido, como de los EEUU de Norte América, después.
Del Imperio Español de Carlos V y de Felipe II, prácticamente no quedaba nada.
Lo narrado anteriormente vale para toda la América Española , de ahí la
“Guerra Civil” que se iniciará con un motivo u otro desde esos primeros años
del Siglo XIX, porque se dará en todas partes, desde Méjico hasta la Patagonia.
Una de esas partes fue el de la Audiencia de los Charcas o Alto Perú, hoy
Bolivia. Aquí, la guerra duró diez y seis años.
“Nos encontramos ante una auténtica ”guerra civil”, nos dice don Salvador
de Madariaga. “Es demasiado simplista suponer que en las guerras de
emancipación se enfrentaron españoles, de una parte y americanos, de otra”.
“ . . . los contingentes enviados desde la Península no llegaron a totalizar
45 mil hombres; con soldados americanos se aplastará la primera insurrección
mejicana y americanos serán los ejércitos de Bobes en Venezuela, de la Serna y
de Valdés en el Perú. Hubo regiones que se caracterizaron por su tenaz lealtad
al régimen español y hubo peninsulares que lucharon en las filas insurgentes”.
“Puede afirmarse que el conjunto del mundo hispánico se comporta como una unidad
entre 1808 y 1843” , dice Madariaga.
4.- QUÉ OCURRIÓ EN ESTOS TERRITORIOS.-
“A partir de 1820 la suerte de España en América se fue definiendo
desfavorablemente, afirma Fellman Velarde en su Historia de Bolivia. Mientras
Bolívar, vencedor de Boyacá, entraba en la capital de Colombia preparado para
echar las bases de una gran federación de los países del norte continental y San
Martín ultimaba sus preparativos para invadir el Perú, una fuerza de veinte mil
hombres que estaba en Cádiz, lista para embarcarse rumbo a la América y acabar
con los patriotas, se sublevó bajo la influencia de las ideas liberales”.
Se refiere al Motín de Riego. Realmente, este hecho debilitó mucho a las fuerzas
realistas de la América y la “Guerra Civil” se fue decidiendo a favor de
los americanos. También debemos mencionar la división que se fue dando entre los
españoles en esta parte de la América entre “los liberales” y los “absolutistas”.
Las batallas de Junín (6 de agosto de 1824) y la de Ayacucho (9 de diciembre del
mismo año), acabaron con las hostilidades. Toda la América Española se
independizó del poder político de la metrópoli. Pero, ¿en qué situación quedaba?
Para tratar de responder a esta pregunta, primero quiero referirme brevemente a
la entrevista de Bolívar con San Martín en Guayaquil y, después, a la
organización del Nuevo Estado Boliviano.
BOLÍVAR Y SAN MARTÍN
.- “Cordial y afectuosa en apariencia fue la entrevista de los dos
guerreros”, nos dice Alcides Arguedas en su Fundación de la República. “Bolívar,
nos dice Arguedas, en el banquete ofrecido en honor de San Martín, la noche del
siguiente día al de su encuentro, alzando su copa brindó diciendo:”Por los dos
hombres más grandes de la América del Sur, el general San Martín y yo”.
“Por la pronta conclusión de la guerra; por la organización de las diferentes
Repúblicas del Continente y por la salud del Libertador de Colombia”,
contestó el sobrio y moderado San Martín.
“En esa misma noche partió San Martín, y el viento que soplaba las velas de
su barco iba a llevarlo, no ya a las costas donde la muchedumbre agradecida lo
recibiera con cánticos de esperanza, sino a las playas lejanas del destierro
voluntario, del voluntario enterramiento en vida, noble y trágico a la vez”,
sigue diciendo el historiador nombrado.
“¿Qué se dijeron, cómo y por qué chocaron estos dos hombres? ¿Cuál fue la
causa de sus ruptura de por vida?”. Se pregunta don Alcides.
El diálogo que sostuvieron duró unas cuatro horas, el 27 de julio de 1822.
Yo quiero referirme brevemente al tema de la forma de gobierno que podrían
adoptar los “Estados” a organizarse. San Martín era más un soldado que un
político. Bolívar, al contrario, no sólo era un guerrero, sino un estadista y un
filósofo. Liberal, republicano, alumno de Simón Rodríguez Carreño, Bolívar era
hijo de la Revolución Francesa y del liberalismo europeo, San Martín más
conservador en su pensamiento, pero muy con los pies en el suelo al referirse a
la situación de la América Española en esos momentos.
“Considere usted, general, le dijo San Martín a Bolívar, la poca civilización
de las colonias españolas, la heterogeneidad de sus razas, el modo cómo está
dividida la propiedad, la unidad de religión, la aristocracia del clero, la
ignorancia de la generalidad de los curas, el espíritu militar de las masas, que
es consecuencia de estas guerras civiles prolongadas”. ”Todos estos elementos
presagian una anarquía desconsoladora cuando hayamos concluido la guerra de la
independencia; y acaso entonces tendremos que arrepentirnos de haber querido
fundar repúblicas democráticas en estos países”.
Bolívar rebatió con agilidad y entusiasmo los argumentos de San Martín, sobre
todo aquellos que se referían a la forma monárquica de gobierno, haciéndole ver
que no convenía esta forma para pueblos tan pobres y con elementos raciales de
tan poca significación.
San Martín se refirió a la “proximidad inminente de un período de revolución
y anarquía” que realmente se dio en muchos sitios de los “estados
recientemente liberados e independientes. Supo por su interlocutor que había
estallado una “revolución” en su contra en Lima, no aceptando los militares sus
ideas monárquicas.
“Si esto tiene lugar, dijo San Martín, he concluido mi vida pública; dejaré el
suelo de mi patria, me marcharé a Europa a pasar el resto de mi vida en el
retiro, y ojalá que antes de cerrar los ojos pueda yo celebrar el triunfo de los
principios republicanos que usted defiende” “El tiempo y los acontecimientos
dirán cuál de los dos ha visto con más exactitud el futuro”.
Bolívar opinó: “Ni nosotros ni la generación que nos suceda verá el brillo de
la República que estamos fundando: yo considero a la América en crisálida; habrá
una metamorfosis en la existencia física de sus habitantes; y al fin, una nueva
casta de todas las razas producirá la homogeneidad del pueblo. No detengamos la
marcha del género humano con instituciones que son exóticas, como he dicho a
usted, en la tierra virgen de América”.
San Martín, realmente, se marchó de la América para siempre.
Bolívar se quedó como “El Libertador”, dueño y señor de toda la América
“independiente”. Quería que existieran, cuando más, tres “Estados” por estos
lugares: aquellos que hasta entonces se llamaron Virreinato de Nueva Granada,
Virreinato de Lima y Virreinato de Buenos Aires. Por tanto, no le gustaba nada
la idea de que Charcas o El Alto Perú fuera un Estado nuevo y libre, que se
gobernara por sí mismo. Pero, los guerrilleros como Manuel Asensio Padilla y los
doctores de Chuquisaca y La Plata, no opinaban igualmente. Por eso que, cuando
el General Antonio José de Sucre, después de la batalla de Ayacucho, se dispuso
a llegar al territorio del Alto Perú, don Casimiro de Olañeta fue a recibirlo en
el Desaguadero, para conversar con él y expresarle sus ideas. Olañeta tenía
desde hacía mucho las ideas muy claras sobre el destino que debía seguir Charcas
o el Alto Perú.
Si reflexionamos sobre la “Conferencia de Guayaquil, notaremos que los dos
“Libertadores” de América, Bolívar y San Martín dialogaron especialmente
tratando de responderse a una pregunta clave: “Ahora que hemos vencido en la
guerra civil, qué hacemos con la Independencia y la Libertad que hemos
conseguido”.
Sucre, sobre todo soldado y caballero muy respetuoso de los intereses y de los
deseos de los habitantes de estas regiones, nunca quiso imponerles nada,
habiendo respetado siempre lo que ellos querían; de aquí sus desavenencias con
Bolívar y las llamadas de atención de su jefe respetado y admirado.
Las actitudes, los pensamientos y las acciones de los tres líderes, Bolíviar,
Sucre y Olañeta, estarán muy presentes en la Fundación del Nuevo Estado que hoy
se llama Bolivia.
Los dos “libertadores” venezolanos se convirtieron en “mitos” y en grandes
héroes posteriormente en el “Estado” a crearse; el hábil e inteligente
abogado chuquisaqueño en una especie de “judas” o pérfido intrigante,
pero, los hechos nos demuestran que este último fue el que realmente quería y
luchó denodadamente, para que Bolivia existiera.
“…personalmente Olañeta deseaba la autonomía, cosa que la demuestra a través de
toda su vida, nos dice doña Teresa Gisbert, al tratar este tema.
Bolívar, realmente un hombre extraordinario, pensaba en un “Estado
Continente”, como el que se formó en el Norte; Sucre, el soldado caballero y
respetuoso no quería imponer sus criterios, sino obedecer como soldado, pero
comprendiendo a los habitantes del territorio liberado; Olañeta y los abogados
de Chuquisaca o La Plata, como Serrano y Urcullu, el derecho de ser libres e
independientes para ser los de este suelo los únicos que podían organizarse y
gobernarse como vieran conveniente.
Bolívar se había disgustado con su lugarteniente Sucre de haber concedido a los
altoperuanos reunirse en una Asamblea para organizarse en nuevo Estado. Después
cedió. Sucre los convocó para que la Asamblea fuera una realidad. Casimiro de
Olañeta había ido a recibirlo hasta el Desaguadero y las palabras y argumentos
del hábil jurisconsulto chuquisaqueño tuvieron mucha influencia en el ánimo del
Mariscal de Ayacucho, tanto para que se diera el “Decreto del 9 de febrero”,
como para la conducta y decisiones futuras del Gran Mariscal.
Mi padre, don Joaquín Gantier, dice en uno de sus libros: “La masa popular
sólo sabía que la guerra había terminado, que estaba allí el héroe de la última
batalla, y muy justamente rendían pleitesía a sus virtudes. Los hombres que
rodeaban a Sucre estaban deseosos de ver reunida la Asamblea que convocó, y
entre ellos, Casimiro Olañeta con verdaderas ansias de verse ya diputado”.
El general patriota y español, don Juan Antonio Álvarez de Arenales le dijo a
Sucre que todo retardo en inaugurar las sesiones de la Asamblea, era un mal,
“porque cada vez y en cada pueblo se convencía más y más de que la reunión de la
Asamblea era el único partido de salvar las provincias”.
Después de resolver algunos problemas menores, la Asamblea se reunió en
Chuquisaca.
Se inauguró en Chuquisaca el 10 de julio de 1825. Fue presidida por el
representante chuquisaqueño don José Mariano Serrano, quien también participó en
el congreso de Tucumán en 1816. Varios de los miembros de la Asamblea reunida en
esta ciudad, anteriormente habían sido realistas.
“El objeto principal para el que había sido convocada la asamblea, o sea la
deliberación sobre el futuro de las provincias altoperuanas, comenzó a tratarse
en la sesión del 18 de julio, puesto que se esperaba la resolución oficial del
congreso argentino, que llegó el día 17 a conocimiento de los directores de
dicha asamblea”, dice don Joaquín Gantier. Dicha resolución daba plena
libertad a las “cuatro provincias del Alto Perú, que habían pertenecido al
Virreinato del Río de la Plata.
Después de las palabras de Serrano se leyó un mensaje del General Sucre.
Después, con palabras muy convincentes y mucha facilidad de concepto y de
palabra, habló Casimiro Olañeta, quien dijo que no era posible pensar en la
anexión y dependencia de los territorios de Charcas a las Provincias del Río de
la Plata. Inmediatamente tomó la palabra Gutiérrez, diputado por La Paz ,
diciendo que Charcas debía pertenecer unida al Perú, pero esta opinión fue
rebatida por Moscoso y apoyada tanto por Olañeta como por Serrano,
representantes chuquisaqueños, quienes rebatieron con calor, la anterior
propuesta, defendiendo la independencia total de estos territorios.
“Serrano, afirma Joaquín Gantier, dejando la presidencia a Mendizábal, usó de la
palabra y expuso razones de carácter geográfico, de costumbres, de civilización,
de disensiones intestinas y de idiosincrasia de los habitantes del Alto Perú
opuesta a los del Bajo Perú y del Río de la Plata, para demostrar lo conveniente
que era la independencia”.
“Olañeta, sigue diciendo don Joaquín, al ocupar la tribuna, opinó directa y
enérgicamente por la independencia sin mencionar siquiera condiciones de
equilibrio ni tintas medias, lo que produjo gran alborozo, tanto en la barra
como en los diputados. Dijo que el Alto Perú tenía todos los medios para
declararse soberano, como riquezas materiales, hombres que se formarían “para la
administración pública y desempeño de los cargos del Estado, no siendo
inconveniente el estar los pueblos en su nacimiento político, por estar casi en
el mismo estado los gobiernos vecinos, y ser excusada su asociación a ellos por
este defecto”.
“Olañeta, afirma don Joaquín, fue el paladín en el debate de la
independencia”.
Las deliberaciones y discusiones siguieron hasta fines de julio. En agosto se
votó por tres opciones:
1.- Formar parte de la Argentina. Se resolvió la separación por unanimidad.
2.- Formar parte del Perú o separarse. Velarde y Gutiérrez, diputados por La
Paz, votaron por la unión del Alto Perú con el Bajo Perú.
3.- Erigirse en un Estado Independiente y Soberano de todas las naciones, tanto
del Nuevo como del Viejo Continente. Mayoría absoluta de votos.
Se designó la comisión encargada de presentar el proyecto del acta, a la cabeza
de José Mariano Serrano y formada por Olañeta, Mendizábal, Urcullu, Dalence,
Centeno y Asín.
La redacción, grandilocuente, inflada de giros y expresiones vistosas, agresiva
en contra de España, que se notan en la lectura del Acta, fue de José Mariano
Serrano. Todos los miembros de la Asamblea la firmaron al pie.
Bolivia había nacido como un nuevo Estado después de una cruenta y larga Guerra
Civil.
Bolivia existía, pero sus problemas y la heterogeneidad de su población eran
parte de ella. Las rencillas, desavenencias y polaridades antitéticas eran parte
de ella, como siguen dándose hasta hoy. La mayor parte de los habitantes de este
territorio seguimos esperando una “Síntesis Creadora” para acabar con
toda clase de polarizaciones, vengan de donde vengan.
Que la Síntesis esperada llegue, comience y se vaya tornando creadora depende de
todos nosotros, los bolivianos de todas las regiones y de todos los puntos
cardinales, del Sur, del Norte, del Este y del Oeste, porque no sólo es la
Esperanza de quienes vivimos aquí dentro, sino de todos los habitantes de buena
voluntad de la América y de todo el Mundo.
La pregunta que se formularan San Martín y Bolívar sigue en pie con una pequeña
variante: Ganamos la “guerra civil”, ¿pero qué hemos hecho con nuestra
Independencia y Libertad en estos 182 años de vida republicana?
¿Qué estamos haciendo hoy día con ellas?