Texto Gonzalo Sánchez-Sea
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La cruenta Guerra Federal o Guerra Civil de 1898 no fue nada más que un engaño y
un fraude urdido por altos dirigentes del partido liberal que, por el simple
hecho de lograr el gobierno para sí, no tuvieron escrúpulos en mentir, tanto a
conservadores y sureños, como a liberales y norteños y a los propios militantes
liberales.
Los encarnizados encuentros armados y las extensas reyertas parlamentarias no se
libraron por consolidar la capital en Sucre o trasladarla a La Paz, y mucho
menos por la federalización de Bolivia, sino simplemente por la ambición de
poder, según refieren muchos connotados historiadores.
ANTECEDENTES
La derrota en la Batalla del Alto de la Alianza, que fue el fin de la Guerra del
Pacífico, dividió a la población boliviana entre “los guerristas”, que eran
partidarios de recobrar, por lo menos, un buen espacio en el litoral perdido y
tener un paso autónomo al mar, y “los pacifistas”, que deseaban el fin de la
guerra y un acuerdo pacífico con Chile.
Ello originó el nacimiento de dos partidos políticos antagónicos: los guerristas
con el Partido Liberal y los pacifistas con el Partido Conservador.
Los conservadores, a la cabeza de Aniceto Arce y Mariano Baptista, entre otros
personajes, tenían a Sucre como su asiento y habían ganado las últimas
elecciones del siglo XIX: Gregorio Pacheco (1884-1888), Aniceto Arce
(1888-1892), Mariano Baptista (1892- 1896) y Severo Fernández Alonso (1896
adelante).
Los liberales, encabezados por Narciso Campero y Eliodoro Camacho, comandante y
jefe de Estado Mayor respectivamente, de las fuerzas Perú-Bolivia derrotadas en
el Alto de La Alianza en 1880, tenían a La Paz como su plaza fuerte tras el
triunfo obtenido en las elecciones municipales de ese distrito.
Desde allí, fustigaban a una “insoportable oligarquía que se había entronizado
en el gobierno boliviano”, enumerando irregularidades, abusos, conculcación de
los derechos, especulación, corrupción política y desquiciamiento del cuerpo
social.
Las discrepancias regionales hicieron crisis ante la falta de condiciones
culturales, económicas, políticas o ideológicas necesarias para una cohesión
nacional.
A este antagonismo político, se sumó la rivalidad regional y social y la
susceptibilidad de que Sucre sólo tenía 20.907 habitantes, frente a los 52.697
de La Paz. La Paz—según enarbolaron en ese tiempo— era una ciudad de mayor
crecimiento comercial, pero menos aristocrática que Sucre, era una región de
mayor rendimiento económico y favorecía en mayor proporcionalidad a las arcas de
tesoro público, que eran destinadas en su mayoría a la construcción de Palacio
de Gobierno, edificios públicos en Sucre y puentes en los ríos Pilcomayo y
Cachimayu.
La tesis para asentar la sede de gobierno en La Paz fue la necesidad de “atender
las relaciones internacionales y la administración interna”.
Hasta el fin de la Guerra del Pacífico, en el año 1880, la sede del Poder
Ejecutivo funcionaba donde el presidente de turno se encontraba. Inclusive se
llegó a decir que “la Presidencia de Bolivia tenía su sede en la cabalgadura del
mandón de turno y en el lugar donde el mandatario sofocaba una revolución o
asonada”. De ahí que la historia relata que el Congreso desde 1825 hasta 1900 se
reunió en 29 oportunidades en Sucre, 20 en La Paz, siete en Oruro, dos en
Cochabamba y una en Tapacarí.
Esos motivos, entre muchos otros, y el triunfo de los liberales en las
elecciones municipales de La Paz, desconocidas por el gobierno de Severo
Fernández Alonso, fueron el detonante de una corriente incontrolable de
disturbios en La Paz, el posterior decreto de un estado de sitio y el
desconocimiento a las actuaciones del gobierno municipal “impuesto por la
fuerza”.
SUCRE, CAPITAL DE LA REPÚBLICA
El problema de la capitalidad —término utilizado por primera vez por el
historiador Julio César Velásquez— surgió desde el mismo nacimiento de Bolivia a
la vida independiente, tras el traslado de la sede del Congreso de Oruro a Sucre
—a partir del Decreto Supremo del Mariscal Sucre, del 9 de febrero de 1825—,
donde finalmente se resolvió el destino de las provincias del Alto Perú.
Los 39 diputados congregados en el hoy salón principal de la Casa de la Libertad
o Salón de la Independencia, mediante Ley del 11 de agosto de 1825, denominaron
al nuevo Estado libre como “República de Bolívar” y a la ciudad Capital de la
República y su departamento como “Sucre”.
Mediante Ley del 1 de julio de 1826, el Congreso entregó al “Padre de la patria
y fundador de Bolivia, Simón Bolívar”, la facultad de designar el lugar donde se
erigirían los edificios necesarios para el funcionamiento de los tres poderes
del Estado.
“Mientras se levanten los edificios necesarios para el Gobierno y cuerpo
legislativo, Chuquisaca se declara capital provisoria de la República”, añadió
la norma en aquel entonces.
La falta de recursos económicos para la edificación de la nueva sede capitalina
determinó que el 10 de julio de 1839, el Congreso Constituyente sancionara la
siguiente ley: “La Ciudad de Chuquisaca es la Capital de la República conforme a
la ley del 11 de agosto de 1825, se llamará en adelante Ciudad Sucre”.
INTENTOS DE FEDERALIZAR BOLIVIA
El presidente Severo Fernández Alonso (1898-1899) estaba convencido de que el
gobierno debería poseer una residencia fija. Ese domicilio, por la raigambre
histórica y por haber “nutrido los cerebros de los genios de nuestra
emancipación”, entre otras razones, debería ser Sucre, la capital legal de la
Bolivia.
Para el efecto, en esos años se aceleraba la construcción del palacio de
gobierno, además de puentes y carreteras, en el afán de cohesionar una obra de
política nacional. A partir de ello, nació la idea de la “Ley de Radicatoria”,
que era considerada como hostil e irritaba al pueblo de La Paz.
El Congreso Nacional inauguró su legislatura el 6 de agosto y transcurrió
apacible y dedicado a temas habituales, sin asomarse, ni siquiera por sospecha,
la tempestad que no tardaría en desatarse con características catastróficas.
En la sesión ordinaria vigésimo nona, del 26 de septiembre de 1989, el diputado
por la segunda sección de Yungas, Isaac Campero, presentó a la plenaria un
proyecto de ley que insertaba modificaciones trascendentes en la Constitución
Política del Estado de 1880, en la que la forma unitaria del Estado era
transformada a una república federal representativa con el nombre de “Estados
Unidos de Bolivia”.
Destruyendo la forma de un Estado unitario y pretendiendo la adopción de un
Estado federal, la moción decía: “Art. 1.- Bolivia, soberana, libre e
independiente se constituye en la república federal representativa. Art. 2.- Los
departamentos que constituyen la república como Sucre, La Paz, Cochabamba,
Potosí, Santa Cruz, Oruro, Tarija, Beni y Cobija toman nombre de estados y la
nación se denominará Estados Unidos de Bolivia. Art. 5.- Los estados de la unión
boliviana reconocen recíprocamente sus autonomías, se declaran iguales en
entidad política y conservan en toda su plenitud la soberanía nacional”.
De esa manera, la histórica rivalidad entre norte y sur, se acentuó entre la
brigadas parlamentarias de Chuquisaca y La Paz, tensionando al extremo el
ambiente político, pero la hábil pericia propia de políticos añejos permitió que
esta iniciativa pasara a la comisión respectiva para quedar en el archivo
temporalmente.
LEY DE RADICATORIA
La rivalidad entre sucrenses y paceños hizo crisis en los últimos meses de 1898,
más propiamente en la sesión matinal ordinaria cuadragésima sexta del 31 de
octubre de 1898, cuando la representación chuquisaqueña integrada por José María
Linares, Isaac Vincenti, Fanor G. Romero, Napoleón García Romero, José María
Urdininea, Juan María Fernández de Córdoba, Nicolás Ortiz, N. Rojas Estensoro y
Julio M. Trigo, propuso el proyecto de “Ley de Radicatoria”, que establecía por
disposición legal que la permanencia fija del Poder Ejecutivo quedaba en Sucre.
La reacción no fue la esperada.
A contrapropuesta, la brigada paceña planteó otro proyecto de ley para el
traslado del Poder Legislativo a Cochabamba.
La propuesta de los conservadores incorporaba el amor a la ciudad capital, pero
se entremezclaba con los intereses económicos e intrigas políticas, propiciados
por el coronel y senador José Manuel Pando, quien obtuvo el escaño por
Chuquisaca gracias a los liberales chuquisaqueños Samuel Oropeza, Valentín
Abecia, Ricardo Mujía, Luis Arce Lacaze, Agustín Iturricha y otros más.
El grupo liberal en el Parlamento apoyaba, supuestamente, la “Ley de Radicatoria”
—propuesta por el representante de Sucre Isaac Vincenti—, pero sólo por
considerarla un arma de doble filo para herir al presidente Fernández Alonso,
puesto que si esta ley era vetada ofendería y enfurecería a los capitalinos, y
si era promulgada, el pueblo paceño se alzaría y pondría sus tropas a órdenes
del coronel José Manuel Pando.
El 15 de noviembre, en la 58º sesión, la Ley de Radicatoria fue aprobada y se
rechazó el proyecto paceño.
Antes, en la quincuagésima séptima sesión del 14 de noviembre de 1898, la
brigada parlamentaria paceña abrazó públicamente la causa federativa y
nuevamente propuso la estructura de gobierno federal, en la que cada uno de los
departamentos de Bolivia debería tener su propio gobierno y manejar sus recursos
económicos.
De todas formas, el 19 de noviembre de 1898 la “Ley de Radicatoria” fue lanzada
con un texto que rezaba así en sus partes importantes: El Poder Ejecutivo
residirá permanentemente en la Capital de la República, salvo los casos
determinados por la Constitución Política del Estado.
LA REVOLUCIÓN FEDERAL O LA GUERRA CIVIL DE 1898
Tras estos acontecimientos, la brigada parlamentaria paceña se replegó a su
región por orden de una junta de gobierno paceña, que recibió a sus
representantes con exaltadas expresiones de vítores y aclamación por haber
defendido los intereses y derechos de La Paz, dejando en el Congreso otra
propuesta de federalización.
Deseaban convertirse en un Estado autónomo y, para ello, se propusieron llevar
adelante una revolución para derrocar al gobierno de Fernández Alonso.
Del otro lado, en Sucre, hubo manifestaciones públicas de apoyo al régimen
unitario en medio de condenas a las proposiciones norteñas.
Frente a estas pretensiones y con la intención de amedrentar a los federalistas,
el presidente Fernández Alonso partió hacia esa región con tres unidades del
Ejército acantonadas en Sucre: el Escuadrón Bolívar, el Escuadrón Junín y
Húsares.
En Challapata se enteró que más de 2.000 armas habían sido adquiridas por los
rebeldes paceños, lo que le hizo comprender que la tarea de apaciguamiento sería
dura y difícil. Desconfiando de la lealtad de los paceños al interior del
Ejército, los retiró. En cambio, para reforzar las fuerzas leales al gobierno,
pidió a las autoridades de Sucre que reclutasen voluntarios.
Bajo el mando de la Primera Brigada, con el Batallón 25 de Mayo y Escuadrón
Sucre marcharon a la contienda jóvenes de la clase alta, muchos de ellos con sus
propias armas sobre el lomo de caballos de su propiedad, mientras que las otras
clases sociales eran cobijadas militarmente en la Segunda Brigada con el
Batallón Olañeta y el Escuadrón Monteagudo. Esta efervescencia bélica se vio
reforzada por 13 jóvenes sucrenses residentes en Potosí.
“A la falta de instrucción militar y munición de las brigadas de voluntarios
chuquisaqueños, se añadió la hostilidad indígena al mando de Pablo Zárate ‘El
Temible Willka’, que fue alentado por su belicosidad por el antichuquisaqueño
coronel José Manuel Pando, nombrado comandante de las fuerzas federalistas de La
Paz”.
Una historia negra de esta contienda bélica la marcó, sin duda, el 24 de enero
de 1899, cuando las fuerzas de Pando y Elidoro Camacho, que habían recibido una
dotación de armas modernas, atacaron a las fuerzas de Alonso.
El Batallón 25 de Mayo y el Escuadrón Sucre, que se dirigían al encuentro de las
tropas leales, fueron interceptados por “las tropas de Pando y una numerosa
indiada” en la población de Cosmini, donde cayeron heridos 27 soldados sucrenses
y tres sacerdotes que los acompañaban. De nada les valió refugiarse en la
iglesia del pueblo de Ayo Ayo, porque fueron salvajemente masacrados dentro del
templo.
Al respecto el historiador Alfredo Jáuregui Rosquellas, relata este episodio de
esta cruenta guerra fratricida así: “Con rumbo al sur, en carrera desatentada y
confusión inmensa , cual correspondía a la inmensa significación del desastre,
atravesaban la llanura los vencidos, los heridos, los salvados que al encontrar
asilo, que creyeron seguro, en la casa de Dios, en el pueblo de Ayo-Ayo iban a
hallar el ara del martirio siendo sacrificados en forma infernalmente bárbara,
diabólicamente horrorosa, crispantes por su saña y refinamiento de crueldad. Y
allí a la luz crepitante del incendio y al rumor tumultuoso de la muchedumbre
alcoholizada y excitada por el vaho de la primera sangre vertida, fueron
descuartizados, desmembrados, quemados, clavados a los muros, degollados como
bestias de sacrificio 27 jóvenes del escuadrón simbólico, que pagaron con la
flor de su vida en el error de un ideal extraviado en el tortuoso camino del más
engaño”.
Entre tanto los pueblos de Bolivia, o negaban, como Potosí, entre mofas y
silbidos su cooperación al sud, o permanecían impasibles como Santa Cruz y
Tarija, o se apresuraban a secundar la revuelta como Cochabamba, Camargo y
Tupiza.
El segundo encuentro bélico se concretó dos meses más tarde, el 10 de abril de
1899. En el Crucero de Paria, murieron 117 hombres y cayeron 120 heridos de
ambos bandos tras cuatro horas de combate.
Según refieren los libros, 36 prisioneros chuquisaqueños fueron trasladados a La
Paz, los derrotados retrocedieron a Oruro, el presidente Fernández Alonso huyó a
Chile y los integrantes de las fuerzas chuquisaqueñas retornaron a sus hogares
con la amargura de las dos derrotas
FIN DE LA GUERRA
Esta nueva derrota y la situación que se volvía muy pesada para el pueblo y un
comentario que llegó a oídos de los chuquisaqueños de que fueron destrozados por
los indios y muy pocos fueron los que salvaron la vida, fueron alicientes para
incitar a que se detenga esta fratricida contienda.
Y fue José Manuel Pando que hizo la proposición de concordar la paz y detener
esta lucha, quien en una misiva escueta pedía poner término a esta guerra civil,
la cual fue aceptada por Alonso, estando de acuerdo en detener esta intestina
contienda.
Consolidada la revolución, y reconocida por el pueblo boliviano, se procedió a
nombrar nuevas autoridades liberales. Ya asentado el gobierno en La Paz, fue el
propio general José Manuel Pando quien se encargó de disipar la propuesta paceña
del traslado de la capital y el proyecto de federalización de la república.
Bibliografía resumida
Roberto Querejazu C. “La mal llamada Guerra Federal”.
Julio César Velásquez A. “Acerca de la capitalidad de la República de Bolivia”.
Alberto Rodríguez F. Documentos para la Historia de la Guerra Civil 1898-1899.
Carlos Ponce S. y Ana M. Montaño D. “La Revolución Federal de 1898-1899”.
Joaquín Loayza:. “Agua del Inisterio Número Cuatro”. Biblioteca de la Casa de la
Libertad.
Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia